Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de
experiencias.
no temas a los Lestrigones[1]
ni a los Cíclopes,
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu
camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y
tu cuerpo.
Ni a los Lestrigones ni a los
Cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no lo llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante tí.
Pide que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y
alegría!-
a puertos antes nunca vistos.
Detente en los emporios de Fenicia[2]
y hazte con hermosas mercancías,
y toda suerte de perfumes
voluptuosos,
cuantos más abundantes perfumes
voluptuosos puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Ítaca en tu
pensamiento.
Tu llegada allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el
camino
sin aguardar a que Ítaca te
enriquezca.
Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el
camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te
ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con
tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las
Ítacas.
Constantino cavafis
(1863-1933)
[1] Hijos de Poseidón, que moraban en Sicilia,
formando un pueblo de antropófagos que devoraban a todos.
[2] La antigua Fenicia era un pequeño territorio bañado por el
mar Mediterráneo, surcado por el río Adonis y situado en la vertiente de la
cordillera del Líbano, entre Siria y Palestina. Obligados a vivir en un reducido
país que poseía fabulosos bosques y excelentes fondeaderos, los fenicios se
aplicaron a construir bajeles con los que se lanzaron al mar; y guiados por su
espíritu aventurero y su genio emprendedor, se dedicaron primero a la piratería
y después al comercio, emprendiendo largas navegaciones que les hicieron
conocer muchos países, con los que entablaron relaciones mercantiles.
[3] El nácar
es una sustancia dura, blanca, brillante y con reflejos iridiscentes
que forma la capa interna del caparazón de muchos moluscos.
[4] El coral es una masa calcárea de color rojo
segregada por el coral, animal marino que habita en colonias y que posee un
esqueleto calcáreo rojo o rosado con el que forma arrecifes.
[5] El ámbar es una sustancia dura, liviana y
quebradiza. Se forma de una resina vegetal residual de algunos árboles que data
de hace 25 a 40 millones de años y que con el tiempo sufrió un proceso de
fosilización formando masas irregulares y extensas dentro de los estratos de
arenisca y pizarras arcillosas de la edad terciaria.
[6] El ébano
es un árbol
de hasta 10 a 12 m. de altura. Tiene un atractivo color café oscuro con vetas negras, las cuales
son predominantes y su aspecto es casi negro. Su madera valiosa se
utiliza para fabricación de instrumentos de viento y de muebles finos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario