SENTIDO DEL VIAJE

"... A menos que esté fija, destinada a la repetición perpetua, la vida es movimiento, desplazamientos; sobre todo con la época actual, en que la aceleración de los cambios nos pone frente a los ojos de un mundo constantemente remodelado que obliga a redefinirse sin descanso el lugar que uno ocupa en él, los puntos de referencia que le dan sentido". Michele Pétit.

domingo, 6 de octubre de 2013

CARTA IMAGINARIA (De Ulises a Nausica)

Vivo en un reino milenario. El cielo
pasa sobre las torres como un agua
llena de cantos. Puedo ver la luna
que rodea a los pájaros, la piedra
donde alguien escribió que todo es vano,
que el hilo de las túnicas se pierde
y no retorna nunca. Tamarindos
había que en sus hojas anunciaban
un dolor y una música a las reinas
que venían del agua más profunda.
Y había la mañana, el mediodía,
los jardines de piedra, el cactus negro.
Tengo aún en mis manos una rama
plateada por la muerte, y una historia
que habla de los que fueron. Las murallas
de la ciudad recuerdan todavía
una nave que estuvo en otra orilla
anclada por el peso de mis viajes
entre sombras, lotófagos, demonios.
Si supieras, Nausica, cómo ha sido
mi vida desde entonces: nada grata
para quien vio la flor de los granados
y la esparció en su lecho y su memoria,
mientras cantaba el ciego al que ofrecieron
una silla de cedro y una fábula.
Tú me guiaste a la ciudad, desnudo,
sólo cubierto por el mar de arena
y por hojas de luz de su hondo prado
para contar mi gloria, mi infortunio.
Te seguí, como dios que me creía,
soñando con mi isla venturosa
donde había dejado tres colores
y un patio y una vid y a mis amigos.
Pero la reina no esperó mi nave,
la soñó bajo el agua deseada,
y soñó mi esqueleto deslumbrado
por nácares y peces y penumbras
donde cae la tarde y la madera
no es sino puente de un jardín en sombra.
En su sueño me vi, rey abatido
por la espada que guardo aún oculta
para el rey extranjero. Soñé entonces
que moriría lejos de mi patria,
que no volvería a ver en los espejos
las calles de mi Itaca y el vuelo
que prepara mi arco en esa dicha
perfecta de las olas y las piedras.
Vivo en un reino milenario, es cierto,
sólo un mar de jazmines me rodea,
salgo a los bosques cuando el cielo teje
la medianoche, solo y en silencio
con mi vida; el destino no me deja
lanzar mi flecha, como yo quisiera,
al corazón del jabalí y la luna:
nunca doy en el blanco, y sólo puedo
pensar en ti, Nausica. Los feacios
jamás supieron ver en el relato
de Demódoco, el ciego, que tuvieron
en su sala de sándalo al más pobre
y más desencantado navegante.
Yo no escuché la historia de mis viajes,
pues veía en tus ojos otra historia,
y esa noche soñé con un vestido
que adoraban tus manos, y una espada.
De lo demás, Nausica, no quisiera
acordarme: la nave hecha pedazos,
los marineros muertos y un fantasma
vagando entre los pinos de la isla.
Los pinos de la isla eran tan bellos,
y ya no tengo cerca ni su sombra.
Itaca fue un jardín, y hoy sólo escucho
cantar a las serpientes; ramas duras,
endrinos y no almendros, y la piedra
donde alguien escribió que todo es vano.

Giovanni Quessep

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