Por: Isabella Guzmán Giraldo
Oscura y cercana, no temeraria del día.
Sucedes en cada instante.
Melancólico olor de risas, intacta vulneras mis días.
¡Oh, cólera infinita! ¡Llanto intolerante del Olimpo,
desgracia troyana, maldita belleza fausta!
Manchaste con fuego la indigna tierra.
Alma en pena, castigo inmortal de los aqueos,
caminas ligera en el correr de mis penas.
Brillante como el oro, dueles en el
soplar del viento.
A pesar del estigma de mi patria por el dolor que invocaste,
sigues siendo llama única y anhelada;
solo tú, Aquea, que gobiernas el desastroso Hades.
Mi perenne Helena, reina que sutilmente hieres.
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