Constantino Cavafis
Cuando vieron muerto a
Patroclo,
que era tan valeroso, y
fuerte, y joven,
los caballos de Aquiles
comenzaron a llorar;
sus naturalezas inmortales
se indignaban
por esta obra de la muerte
que contemplaban.
Sacudían sus cabezas y
agitaban sus largas crines,
golpeaban la tierra con
las patas, y lloraban a Patroclo
al que sentían inanimado
-destruido-
una carne ahora mísera -su
espíritu desaparecido-
indefenso -sin aliento-
devuelto desde la vida a
la gran Nada.
Las lágrimas vio Zeus de
los inmortales
caballos y apenose.
"En las bodas de Peleo"
dijo "no debí así
irreflexivamente actuar;
¡mejor que no os
hubiéramos dado caballos míos
desdichados! Qué buscabais
allí abajo
entre la mísera humanidad
que es juego del destino.
A vosotros que no la
muerte acecha, ni la vejez
efímeras desgracias os
atormentan. En sus padecimientos
os mezclaron los
humanos". -Pero sus lágrimas
seguían derramando los dos
nobles animales
por la desgracia sin fin
de la muerte.
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